Lo bello y lo terrible: el arte de vivirlo todo

“Deja que todo te ocurra: lo bello y lo terrible. Solo sigue adelante: ningún sentimiento es definitivo.” — Rainer Maria Rilke, El libro de las horas

Hay palabras que se quedan a vivir en uno. Versos como estos de Rilke no solo resuenan: se instalan en algún rincón profundo y se activan cuando más los necesitas. Nos recuerdan que la vida no es una sucesión de momentos felices, sino una mezcla inevitable —y necesaria— de belleza y dolor.

En una época obsesionada con el bienestar constante, con el control emocional, con “estar bien” siempre, estas palabras son un acto de resistencia. ¿Qué pasaría si dejásemos de huir del sufrimiento? ¿Y si, en lugar de temer lo terrible, lo viviésemos con la misma presencia con la que celebramos lo hermoso?

Aceptar lo terrible como parte del viaje

Viajar —y vivir— implica renunciar al control. Quienes han recorrido caminos inciertos, dormido en casas ajenas, perdido un tren o enfermado lejos de casa lo saben bien: no todo sale como uno quiere. Pero ahí, en ese caos, está muchas veces lo más transformador.

Aceptar lo terrible no significa resignarse. Significa permitir que el dolor tenga su lugar, sin maquillarlo ni negarlo. Llorar cuando toca llorar. Sentirse perdido sin prisas por reencontrarse. Dejar que la oscuridad hable, porque tiene cosas que decir.

La alquimia del alma: transformar el dolor en profundidad

Los momentos difíciles son una especie de crisol. Nos atraviesan, nos desafían y, si nos dejamos moldear por ellos, nos ensanchan. A veces, después de una pérdida, el mundo se vuelve más delicado. Después de una decepción, valoramos más lo sincero. Tras tocar fondo, un amanecer común puede emocionarnos como nunca.

El dolor nos da contraste. Sin él, lo bello no sería tan valioso. Sin conocer la tristeza, ¿cómo podríamos apreciar de verdad una risa compartida o una tarde tranquila?

Disfrutar lo malo: una idea provocadora

¿Se puede disfrutar lo malo? Puede sonar provocador, incluso ofensivo. Pero quizá no se trata de encontrar placer en el sufrimiento, sino de saborear la profundidad que nos ofrece. De mirarlo con curiosidad. De agradecer, incluso en medio del naufragio, la posibilidad de sentir.

Es una práctica: estar presentes también cuando la vida se pone difícil. No desconectarse. No anestesiarse. Porque todo lo que vivimos, si lo habitamos con conciencia, puede sumarse a nuestra historia como aprendizaje, como coraje, como experiencia.

Ningún sentimiento es definitivo

Esta es la promesa de Rilke. Que el dolor pasa. Que lo terrible no se queda para siempre. Que cada emoción tiene su ciclo. Y que, mientras tanto, podemos seguir caminando. Respirar. Mirar alrededor. Encontrar belleza —sí, incluso ahí— en la sombra de una montaña, en la grieta de un muro, en una canción que aparece justo a tiempo.

 


Nomadiq Magazine es un homenaje al viaje —exterior e interior. Y este verso de Rilke, convertido en brújula, nos invita a una forma más real, más valiente y más profunda de habitar el mundo.

Dejémonos tocar por todo. Vivamos lo bello y lo terrible. Solo sigamos adelante. Lo más hermoso, muchas veces, está aún por ocurrir.