Las diferentes fases del duelo emocional tras una ruptura: cuando no sufrimos al mismo tiempo

Cuando una relación termina, comienza un proceso complejo y profundamente humano: el duelo emocional. Aunque ambos miembros de la pareja hayan compartido una historia común, el modo y el momento en que procesan esa pérdida pueden ser completamente diferentes. Mientras uno puede parecer aliviado, el otro se sumerge en una tristeza abrumadora. ¿Por qué no sufrimos al mismo tiempo?

Las fases del duelo: una guía que no siempre es lineal

La psiquiatra suiza Elisabeth Kübler-Ross fue pionera en describir las cinco etapas del duelo en su libro «On Death and Dying» (1969): negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Aunque su modelo fue concebido originalmente para explicar las reacciones ante la muerte, con el tiempo se ha aplicado también al duelo amoroso.

Pero la clave está en entender que estas fases no son rígidas ni se presentan en orden fijo, y —sobre todo— no todos las viven al mismo tiempo. Como explica el psicólogo clínico Xavier Molina, “cada persona transita el duelo según su historia emocional, sus mecanismos de defensa y su capacidad para tolerar el vacío”.

Asimetría emocional: cuando uno ya se fue antes de marcharse

Muchas veces, uno de los miembros de la pareja ha comenzado su proceso de desconexión emocional mucho antes de la ruptura formal. “Hay quien empieza a hacer el duelo dentro de la relación, en silencio, durante meses o incluso años”, afirma la terapeuta de pareja Esther Perel. Cuando llega la separación, ese miembro ya ha avanzado parte del camino emocional. El otro, en cambio, apenas está empezando a entender lo que ha ocurrido.

Esta diferencia temporal genera confusión y dolor añadido. La persona que recién comienza el duelo no entiende la frialdad o el aparente alivio del otro. “Pareciera que no le duele”, suele decirse. Pero quizá ya le dolió, y hace tiempo.

El mito de la ruptura compartida

Existe la creencia de que una separación implica un sufrimiento sincrónico, como si ambos tuvieran que llorar al unísono. Sin embargo, las rupturas rara vez son simétricas. Pueden estar cargadas de desigualdad: en el deseo de terminar, en la dependencia emocional, en la percepción de lo perdido.

“En toda ruptura hay siempre uno que rompe y otro que es roto”, señala el filósofo Alain de Botton en The Course of Love. Y esa diferencia determina, muchas veces, el ritmo y la intensidad del duelo.

El cuerpo también rompe

No solo la mente sufre: el cuerpo también participa del duelo. Investigaciones en neurociencia han demostrado que el dolor emocional activa áreas cerebrales similares a las del dolor físico. El psicólogo Guy Winch, en su libro How to Fix a Broken Heart, explica que la ruptura amorosa puede causar síntomas físicos reales: insomnio, pérdida del apetito, fatiga o incluso una sensación de opresión en el pecho. Todo esto, nuevamente, no siempre ocurre de manera sincronizada entre los dos miembros de la ex pareja.

¿Qué hacer cuando vamos a ritmos diferentes?

Aceptar que el otro transita su dolor de forma distinta es un acto de madurez. No se trata de competir por quién sufre más, ni de exigir empatía donde no puede haberla. Se trata de reconocer nuestra individualidad emocional y dejar de esperar que el otro «sienta lo mismo, al mismo tiempo».

También es importante no romantizar el dolor ni verlo como una medida del amor que fue. El duelo es un proceso de reorganización interna, no una competencia sentimental.

El duelo amoroso es personal, no cronológico ni sincronizado. Cada uno lo vive a su manera y en su tiempo. Entender esto no solo alivia la sensación de injusticia que muchas veces acompaña a las rupturas, sino que permite mirar al otro con más compasión y a uno mismo con más paciencia.

Como decía Haruki Murakami:

«El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional».

Aceptar los tiempos del otro es también una forma de sanar.